CONTEXTO HISTÓRICO CULTURAL DE LA FILOSOFÍA MEDIEVAL

1. EL FINAL DE LA EDAD ANTIGUA

Los cuatro primeros siglos de nuestra era -los últimos de la Edad Antigua- reciben, dentro de la historia de la Iglesia, el nombre de época de la patrística (del latín pater , patris , padre) porque en ellos viven los llamados "Padres de la Iglesia" (hombres que según los teólogos católicos, se caracterizan por la ortodoxia de su pensamiento -tiene que estar aprobado por la Iglesia- y por la santidad de sus vidas). Dentro de este período podemos distinguir varios momentos significativos por su relación con la filosofía.

1.1. LOS PADRES APOSTÓLICOS.  

La etapa de los Padres apostólicos va desde la muerte de los apóstoles hasta aproximadamente la mitad del siglo II. En esta época la simultaneidad del cristianismo con la filosofía helenística que domina el mundo romano apenas plantea problemas.

El cristianismo no se presenta como una filosofía, sino como una religión; es una fe antes que una filosofía; una fe, además, que conlleva un modo de vivir la realidad radicalmente diferente al de los pensadores del mundo griego o romano. Existe un contraste verdaderamente fuerte entre la actitud que ante el mundo adopta un filósofo de esta época —que persigue la armonía y el disfrute de los sentidos— y la actitud de los primeros cristianos, que, como mártires o testigos de una nueva fe, menospreciaban todo lo mundano anteponiendo la cercanía del reino de Dios. El mismo contraste se da si atendemos a la extracción social de los filósofos de la época y la de los primeros cristianos que procedían de las capas más bajas de la población urbana y rural, y que no hablaban griego y, fuera de Italia, tampoco latín. De hecho, los hombres cultos como Tácito y Marco Aurelio sentían un profundo desprecio hacia la doctrina cristiana, por estos motivos que acabamos de señalar.

Como, además, los cristianos de la época vivían convencidos de que la parusía, la segunda y definitiva venida de Cristo al mundo, era inminente, no prestaron excesiva atención a los problemas teóricos.

Los pocos Padres apostólicos que se ocuparon de estos temas utilizaron con toda naturalidad el lenguaje y los conceptos de la filosofía helenística -aunque adquirían un significado distinto al que habían tenido hasta ese momento-, y únicamente se originaron algunas polémicas entre ellos como consecuencia de las diversas fuentes que manejaban al interpretar y expresar el mensaje revelado.

Lo mismo ocurrió en las primeras manifestaciones del arte cristiano. Se recogieron los hallazgos de los artistas clásicos y se utilizaron los mismos motivos -como puede verse en los sarcófagos de la época—, aunque tuvieran un sentido diferente al que tenían en el mundo grecorromano.

1.2. LOS PADRES APOLOGISTAS.

Los romanos, que se habían caracterizado a lo largo de su historia por su permisividad religiosa, comienzan a perseguir a los cristianos en el s. II. Es entonces cuando aparecen los llamados Padres apologistas ("defensores"). Intentan defender el derecho de los cristianos a la ciudadanía romana, derecho que se les niega por su fe. Como los motivos que se dan para esas persecuciones no son en la mayoría de los casos de índole religiosa y, sobre todo, como los perseguidores no son creyentes, los apologistas se ven obligados a argumentar sólo desde la razón y a recurrir a la filosofía. Es el caso, por ejemplo, de Cuadrato, que dirige una carta al emperador Adriano bajo el título de Epístola a Diogneto (123-124), a fin de exponer la superioridad moral del Cristianismo y mostrarlo como una filosofía superior a todas las demás o, al menos, inocua para el orden estatal.

En general, estos hombres recurren también, sin ningún tipo de reparo, al material conceptual elaborado por la filosofía griega, y se inspiran, mayoritariamente, en la escuela platónica, que durante la época helenista había incorporado a su sistema de pensamiento elementos de otras filosofías, especialmente de la estoica. El apologista más representativo es S. Justino, martirizado en Roma en el año 165, y que valora tanto la filosofía griega, que la considera como una "revelación" -parcial, pero revelación al fin a la postre- anterior a la venida de Cristo, y llega a calificar de santos a algunos de sus hombres como, por ejemplo, a Sócrates.

1.3. LA ESCUELA DE ALEJANDRÍA.

En el s. III, la ciudad de Alejandría, en el Mediterráneo oriental, disponía de las mejores bibliotecas de la antigüedad y en ella se cultivaban con gran dedicación las ciencias de la época: la Historia, con Plinio el Viejo, la Aritmética, con Nicómaco y Dictante, la Medicina, con Celso y Galeno, la Astronomía, con Ptolomeo.

Por otra parte, mientras en Roma se mezclaban lo griego y lo romano, en Alejandría se mezclaban lo griego con las tradiciones religiosas orientales, sobre todo la judía. Los judíos cultos de esta ciudad habían unido la fidelidad a la religión heredada con la apertura hacia la cultura griega. Desde el s. I -destaca en ese siglo la figura de Filón- se habían dedicado a comentar el Antiguo Testamento utilizando elementos conceptuales estoicos y platónicos.

No es de extrañar, pues, que en el s. III la Escuela cristiana de Alejandría fuera el centro más activo del pensamiento cristiano -se daban las condiciones adecuadas para ello- ni que los Padres alejandrinos adoptaran la misma postura que la comunidad judía con la que competían en la interpretación de la Escritura. La labor fundamental de los hombres de esta Escuela va a consistir en tratar de volcar el contenido de su fe cristiana en unos moldes filosóficos elaborados por la tradición helenística. Orígenes y San Clemente de Alejandría son los dos hombres más representativos de esta Escuela.

1.4. EL CRISTIANISMO COMO RELIGIÓN OFICIAL DEL IMPERIO.

En el s IV, el cristianismo se convierte en la religión oficial del Imperio romano. El proceso comienza con el emperador Constantino, que, en el año 313, tolera la existencia legal del cristianismo, concede libertad religiosa y faculta a los cristianos para poseer bienes. (Este emperador traslada, también, la capital del Imperio de Roma a Bizancio, que, en su honor, recibirá el nombre de Constantinopla.)

Pero es el emperador Teodosio -el último que reinó sobre todo el Imperio- el que en el año 380 publica en Tesalónica un edicto en el que declara el cristianismo religión oficial y, en el año 392, proscribe los cultos paganos. A su muerte, divide el Imperio entre su hijo Honorio, a quien deja como augusto de Occidente, y su hijo Arcadio, al que deja como augusto de Oriente.

2. LA EDAD MEDIA

El principio del s. V significa el fin de la patrística latina y el comienzo de la Edad Media. Es el período de las invasiones bárbaras. El Imperio romano de Occidente -a él nos vamos a reducir al hablar del pensamiento de la época- se ve invadido por diversas tribus germánicas que poco a poco se instalan de forma definitiva en las tierras conquistadas.

2.1. LA FILOSOFÍA ESCOLÁSTICA.

El término "escolástica" procede del término latino "scholasticus", cuya traducción literal al castellano es "el que enseña en una escuela". Concretamente, se llamaba así al maestro que enseñaba las artes liberales, el Trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el Quatrivium (música, aritmética, geometría y astronomía) en las escuelas monacales.

Más tarde, el término "escolástica" ha tenido diversos significados, pero el más habitual es el de utilizarlo para caracterizar a aquella filosofía que se elabora dentro del horizonte del dogma católico, pero sin que ese dogma determine su reflexión en una sola dirección.

Como este tipo de filosofía es mayoritaria en la Edad Media, se suele identificar -aunque plantea algunos problemas- filosofía escolástica con filosofía medieval. (Esto no significa que no haya filosofía "escolástica" fuera de la Edad Media, pero sí que, fuera de esa época, la escolástica no es una filosofía vigente de forma mayoritaria.)

Basándonos en esta identificación -y puesto que nuestro interés fundamental se centra en la historia de la filosofía—, vamos a analizar el contexto histórico cultural de la Edad Media apoyándonos en las diversas etapas por las que atraviesa la escolástica y que, según M. Grabman -un destacado medievalista alemán de principios de siglo-, son cuatro:

- Preescolástica, desde finales de la patrística hasta el s. XI.

- Escolástica temprana, desde el s. XI a comienzos del s. XIII.

- Apogeo de la escolástica, durante el s. XIII.

- Crisis de la escolástica, del s. XIV al s. XVI.

2.1.1. La preescolástica.

Los primeros siglos de la Edad Media se caracterizan por las luchas continuas entre los pueblos invasores y los habitantes de las tierras invadidas, entre los mismos pueblos invasores y, más tarde, entre esos pueblos ya establecidos con otros nuevos que quienes ocupan su lugar. -

Entre estos eruditos hay que destacar a Casiodoro, en el monasterio de Calabria, en el s. VI, a San Isidoro de Sevilla, en el s. VII, y a Beda el Venerable, en Inglaterra, en el s. VIII. Los tres, aunque con características diferentes, se dedican a recopilar en obras de carácter enciclopédico los conocimientos de la época.

Además de la recopilación y de la ilustración de libros, los monjes se dedicaban a la arquitectura, escultura y pintura, trabajaban como orfebres y esmaltadores, tejían sedas y tapicerías y fabricaban vidrio y cerámica. Algunos monasterios llegaron a convertirse en verdaderos centros industriales.

También existe una producción científica, filosófica y artística de cierta originalidad en momentos en los que alguno de los reinos recién creados consiguen un dominio sobre los que le rodean y, consecuentemente, una mayor estabilidad. En el campo de la filosofía, por ejemplo, hay que mencionar a Boecio, en el siglo VI, en la corte ostrogoda de Teodorico, a Juan Escotó Eriúgena, en el s. IX, en la corte franca de Carlos el Calvo, y a San Anselmo, en el s. XI, en Normandía.

Entre estos reinos hay que destacar, a finales del s. VIII, el "franco" de Carlomagno, que va desde España al Danubio y desde Dinamarca hasta Italia. Carlomagno sienta las bases de una unidad cultural y religiosa que marcará los siglos siguientes. Impone la regla de San Benito en los monasterios -reforzando de esta manera el papel que ya poseían-, hace del rito gregoriano romano el rito común de toda Europa, impone el latín como lengua de la enseñanza del clero y de la nobleza y, con todo este tipo de acciones, dota a Europa occidental de una unidad que acaba con la fragmentación anterior. Aunque, políticamente, la unidad conseguida será breve, espiritualmente seguirá existiendo durante varios siglos.

2.1.2. La escolástica temprana.

Las condiciones económicas, políticas y sociales de los siglos XII y XIII difieren profundamente de las existentes en los primeros siglos de la Edad Media. Además de una mayor estabilidad política –como consecuencia del cese de invasiones- y del progreso económico que conlleva, hay que destacar la aparición de las ciudades, los burgos, que suponen una cuña de ruptura de la organización social feudal y un sentimiento de independencia que se acrecentará en los siglos posteriores. Las ciudades son un marco más propicio que el campo para la producción científica, artística y filosófica, y su influencia en la vida social medieval es cada vez más importante a medida que aumenta su número y su potencial económico.

Además, han nacido ya las monarquías centralizadas que se apoyan en el poder del dinero que les facilitan los mercaderes para constituirlas en defensoras de sus intereses frente al ruralismo de los señores feudales.

Desde el punto de vista artístico, la reforma monástica del císter, que se produce en esta época, va a tener unas consecuencias claramente visibles en la arquitectura. Frente a la solidez y el simbolismo místico del románico aparece el gótico, más realista y con edificios que adquieren una gran monumentalidad y, gracias a la bóveda de crucería, son más altos, más amplios y bien iluminados.

2.1.3. El apogeo de la escolástica.

El momento culminante de la filosofía escolástica se produce en el s. XIII, y los nombres de San Buenaventura, San Alberto Magno y Santo Tomás son un claro exponente de este esplendor.

Los motivos más importantes de este apogeo son varios:

a)  En primer lugar, la estabilidad política, que es cada vez mayor, y también el número y la importancia de las ciudades que provocan un considerable aumento del comercio y un indudable progreso económico.

b)  En segundo lugar, la aparición de las universidades, cuyo origen se encuentra en las antiguas escuelas monacales, palatinas y catedralicias, algunas de las cuales habían alcanzado un gran prestigio por los maestros que en ellas enseñaban, atrayendo a un gran número de alumnos.

Las universidades más importantes del s. XIII son: la de Bolonia (Derecho), la de Palermo (Medicina) y las de Oxford y París (Teología). Destaca entre ellas la de París, cuyos estatutos se aprueban en el año 1215 y a la que favorecen tanto los reyes de Francia, que buscan en su esplendor un motivo de prestigio político, como la Iglesia, que ve en ella un medio poderoso para extender su doctrina por todo el mundo.

c)  Pero el factor más importante del desarrollo del pensamiento en el siglo XIII es el contacto de los habitantes de Europa occidental con los árabes y con los judíos.

En efecto, al producirse las invasiones bárbaras, el gran núcleo de la cultura helenística se había refugiado en el Imperio romano de oriente. En occidente apenas habían quedado obras de los grandes filósofos griegos. Se conocía, aunque no completo, el pensamiento de Platón, pero se habían perdido la mayor parte de las obras de Aristóteles.

Los árabes y los judíos, por el contrario, conocieron en plenitud el pensamiento helenístico y, apoyándose en él, desarrollaron una cultura propia que alcanza su momento más importante entre los siglos X y XII. Matemáticas, astronomía, medicina y filosofía son algunas de las ciencias que cultivan con más éxito. Avicena y Averroes, entre los árabes, y Avicebrón y Maimónides, entre los judíos, fueron los autores más significativos de esta época de apogeo cultural.

Por eso, precisamente, el contacto del mundo occidental con estas culturas supone un impulso vivificador que comienza ya en el siglo XIII y que va a culminar posteriormente en el Renacimiento.

Este contacto se realiza, sobre todo, a través de una triple vía: las cruzadas, la Escuela de Traductores de Toledo y las cortes de los príncipes cristianos, en las que viven numerosos árabes y judíos, especialmente médicos. "La civilización mahometana entró en contacto con los rudos europeos a causa de las cruzadas, de la penetración de la influencia musulmana a través de los Pirineos, de la corte siciliana del emperador Federico II y a través del comercio, particularmente el de los mercaderes venecianos y genoveses, cuyo único contacto con el mundo de las Indias, económicamente tan importante, pasaba por el Oriente Próximo mahometano. Hombres eminentes, reyes -y hasta papas, a pesar de sus principios- buscaban médicos árabes y hebreos, mucho más hábiles que los cristianos. Muchos de esos médicos eran profundos conocedores de otras ciencias, además de la medicina. Los hombres más sensibles de Europa quedaron impresionados por aquellas lumbreras de la cultura mahometana. De vez en cuando, por educarse, esos cristianos llegaron a estudiar en centros culturales mahometanos. Entre los más inteligentes y decididos de estos europeos en búsqueda de cultura mahometana hay que citar a Gerberto de Aurillac, luego papa Silvestre II, y a Adelardo de Bath, que volvieron de la Córdoba musulmana con la primera copia de los Elementos de Euclides que han conocido los cristianos." (L. W. H. Hull, Historia y filosofía de la ciencia.)

2.1.4. La crisis de la escolástica .

Los pensadores cristianos del s. XIII habían creído en líneas generales que era posible reunir en una síntesis coherente la filosofía y la revelación, porque la primera concordaba con la segunda en los límites de su competencia propia y en las cuestiones relativas a Dios, que la filosofía no podía resolver; habían reconocido la autoridad de la teología sobrenatural. Los pensadores de este siglo habían estimado que los conocimientos racionales y los datos de la fe podían aparecer ensamblados como elementos complementarios de un único sistema.

Pero este equilibrio entre la razón y la fe, entre lo natural y lo sobrenatural -que también había sido un equilibrio entre la cruz y la espada o el trono y el altar-, empieza a romperse a finales del siglo XIII, dando paso a posturas de oposición que se manifiestan con gran extremismo.

Las cruzadas siguen realizándose -la última es de 1270-, pero ya no van acompañadas del aliento espiritual que habían tenido en épocas anteriores. Los templarios -que en líneas generales habían fusionado lo religioso y lo militar de forma armónica- son disueltos por Felipe IV, que se queda con todos sus bienes. Y los príncipes cristianos -el más claro es el caso de Luis de Baviera- se enfrentan con el papa y defienden con toda rotundidad la autonomía del poder temporal e incluso la primacía del rey sobre el papa. Esta rotura del equilibrio se manifiesta también en el arte gótico, que pierde la sobriedad racional que le había caracterizado hasta ese momento y se deja llevar por la exuberancia ornamental.

La condena formal del averroismo en el año 1277, lo mismo que la gran influencia de la universidad de Oxford, que respira un clima de valoración de lo individual y de la experiencia, van a contribuir también de forma decisiva a minar la confianza en la posibilidad de armonizar la filosofía y la teología.

Los hombres del s. XIV van a pensar que el esfuerzo realizado por los maestros del siglo anterior había sido un esfuerzo fallido. Consideran que intentar apoyar el dogma en la filosofía es una empresa condenada de antemano al fracaso, ya que el dogma sólo se puede fundamentar en la revelación y tratar de justificarlo racionalmente lo destruye.

En este sentido, el siglo XIV es un siglo de crisis, porque critica las posiciones de los maestros del siglo XIII, juzgando que su intento es inviable. Los hombres más significativos en esta tarea son sin duda alguna. Duns Escoto y Guillermo de Ockam.

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Miguel Herreros Navarro