CONTEXTO HISTÓRICO CULTURAL DE LA FILOSOFÍA MODERNA

1. EL RENACIMIENTO Y LA EDAD MODERNA

J. Burckhard en su obra La cultura del Renacimiento en Italia , 1860, afirma que existe una ruptura entre la Edad Media y el Renacimiento. La Edad Media habría sido una época romántica y caballeresca, intensamente religiosa, pero también cerrada sobre sí misma y oscura, dominada por la ignorancia y la superstición. El hombre del Renacimiento, en cambio, habría descubierto de nuevo la alegría de la vida y habría sentido con pasión la libertad.

Aunque sea un poco exagerado hablar de una ruptura radical entre la Edad Media y el Renacimiento, lo cierto es que a la larga se configuran como dos épocas distintas, que sienten el mundo de modo distinto y adoptan actitudes diferentes ante él. A ello contribuyen de modo decisivo las profundas transformaciones económicas y sociales que tuvieron lugar en los siglos XIV, XV y XVI. El cambio es muy claro a partir del siglo XVI y no tanto en el XV. Los hombres de este siglo tratan prácticamente los mismos temas que en los siglos anteriores, pero cambia el espíritu y el modo como son tratados. El lugar central que ocupaba Dios en la vida del hombre medieval pasa a ser ocupado poco a poco por el hombre.

2. DE LA EDAD MEDIA A LA EDAD MODERNA

2.1. LOS PRIMEROS PASOS DEL CAPITALISMO.

El desarrollo de la artesanía, el comercio y, por consiguiente, de las ciudades, a lo largo de los siglos XIV y XV, socava definitivamente el sistema feudal y va fraguando lentamente un nuevo orden económico. Mejoran las técnicas de producción, se buscan formas de transporte de mercancías más rápidas y seguras y aparece una nueva clase social, la burguesía. Con ella se instaura un nuevo sistema económico: el capitalismo.

La estructura del capitalismo impone las ideas de conveniencia y cálculo. Poco a poco se pierden los rasgos románticos y aventureros de los primeros tiempos y domina un espíritu organizador, que va a ser la base de la nueva racionalidad económica. El carácter artesanal de la antigua economía tiene que adaptarse a las nuevas estructuras comerciales. En este proceso de racionalización el burgués promueve un nuevo sistema ético que se propone fines positivos y utilitarios. Lo que importa es el trabajo individual, trabajo bien organizado, que haga posible la creación y acumulación de riqueza. La nueva moral es una moral del éxito, basada en la previsión y el cálculo.

Para la libertad del comercio es necesaria, además, la libertad y seguridad de la comunicaciones. En la Edad Media cada feudo controlaba las mercancías que pasaban por él y, con ello, el tránsito de mercancías se hacía sumamente costoso y complicado. Para superar este caos fue necesaria la creación de un nuevo poder político que controlara territorios mucho más amplios. Fue así como aparecieron las monarquías absolutas y los consiguientes Estados nacionales. Los burgueses apoyaban a los reyes y conseguían, de este modo, libertad y seguridad para el comercio.

Este poder político no procedía, sin embargo, de unas estructuras de poder anteriores y debía, por tanto, tener su propia justificación, su propia racionalidad . Al no tener una justificación en la tradición, en definitiva en la experiencia, tuvo que buscarla en la propia razón . Y la razón posibilitará, entonces, la elaboración de un derecho natural que establezca el fundamento del poder del gobierno, a la vez que regula la vida de los ciudadanos.

J. de Lorenzo señala la importancia en este proceso de cambio de la nueva organización urbanística y social de las ciudades:

"La aparición de los burdos, su desarrollo y posterior apertura comportan una visión del cosmos radicalmente diferente a la dada por la vida feudal, al estilo del caserío o del castillo. Se vive en un espacio acotado y cerrado, tanto en lo físico como en lo humano. Y, sobre todo, la ciudad se convierte en una unidad económica distinta de la del campo. La ciudad consume más que produce y requiere, por ello, una modificación sustancial de los modos de producción, así como de los de intercambio. Ya no es el trueque directo de un producto por otro; el intercambio mercantil tiene que apoyarse en la existencia de una unidad abstracta: el dinero. Y con éste se impone una racionalidad contable, de libros con haber y debe. El comercio ha sido uno de los motores en la aparición y difusión de los libros de cuentas aritméticas comerciales que exigían algo más que una simple aritmética. Ha propiciado la paulatina constitución del álgebra". (J. de Lorenzo. El racionalismo y los problemas del método . págs. 37-38.)

2.2. EL HUMANISMO.

Como consecuencia de estos cambios, se va formando una nueva concepción del mundo y del hombre. Sus primeras manifestaciones aparecen en las obras de los poetas y artistas y dan lugar al movimiento que se ha llamado humanismo . Los humanistas consideran que la poesía, la filosofía, el arte, etc., son los medios que cultivan la verdadera forma humana, la "humanitas" latina, la "paideia" de los griegos. Estas ideas condujeron a un verdadero renacimiento de la cultura y, por este camino, se entró en una nueva época.

El Renacimiento es, pues, en primer lugar, un renacer del hombre. Si originariamente la palabra renacimiento tenía un sentido religioso y significa el renacer espiritual del hombre, posteriormente se completa con un sentido mundano y comprende en su significado el nacer a una vida verdaderamente humana en el sentido más amplio, incluyendo también todos los aspectos naturales.

En este sentido, la vuelta al mundo clásico es el intento de reencontrar los ideales que inspiraron la formación del hombre, una vuelta a los orígenes para conectar con su historia genuina. No se trata, pues, de una pura imitación, sino que se vuelve a los clásicos para continuar su obra. El estudio de las lenguas clásicas, el cultivo del arte y de la poesía, así como el retorno a la consideración directa de la naturaleza y la ciencia, son los caminos de este renacer.

Es en Italia donde se forma y da sus primeros pasos el nuevo movimiento. Aquí se inicia el nuevo orden económico, y social por el que la burguesía se impone a la nobleza feudal, menos asentada que en los países del norte. En Italia se da un auge considerable del comercio y aparecen las primeras organizaciones bancarias. A ello se suma el recuerdo del arte clásico, cuyos monumentos podían contemplarse por doquier. En Dante Alighieri (1265-1321) todavía en plena Edad Media, hay ya indicios de una nueva sensibilidad, y con Petrarca (1304-1374) nos encontramos ya de lleno dentro de este movimiento humanista. Para él son las artes liberales las que posibilitan el desarrollo espiritual del hombre, y de su cultivo espera una nueva época dorada que continúe el mundo clásico romano que él exalta en obras como De viribus illustribus o África . Entre los grandes humanistas italianos destaca Lorenzo Valla (1407-1457). En él triunfa plenamente la nueva actitud optimista ante el mundo, que le lleva a defender la libertad del individuo y a poner el placer como único bien del hombre. Para mantener estas posiciones polemiza duramente con la escolástica.

En Francia, aunque un siglo más tarde, Charles Bouillé (1470-1553) presenta al hombre como centro de todas las cosas, como macrocosmos. Acude al mito de Prometeo para explicar cómo el hombre llega a la conciencia de sí mismo elevándose y transcendiendo los grados inferiores del ser. Se conquista de este modo a sí mismo y descubre la subjetividad, que es el núcleo central del hombre.

En España tenemos como humanista importante a Luis Vives (1492-1540), que defiende con energía la necesidad de la investigación experimental.

2.3. EL ARTE COMO PRIMERA MANIFESTACIÓN DE LA NUEVA ÉPOCA.

Algunas de las manifestaciones más claras del nuevo espíritu tienen lugar en el arte. En primer lugar, se hace decisivo el principio de la unidad de la obra artística. Las figuras se ajustan al espacio y la representación gira en torno a un único motivo principal, de manera que la obra sea captada de una sola mirada. Hay en ello una concepción racionalista que se extiende igualmente a toda la vida espiritual y material. Los elementos irracionales son marginados y se busca la concordancia entre las distintas partes, la armonía matemática de las relaciones. Todas las leyes del arte se matematizan, por consiguiente. El arte gótico procedía, más bien, por adición de elementos. Era como un camino a lo largo del cual se presentaban diversas escenas. El Renacimiento, en cambio, no para mientes en los detalles, en él lo importante es el conjunto.

En el siglo XVI las concepciones todavía ingenuas del renacimiento se transforman de acuerdo con la gran crisis que tiene lugar por entonces. Si en el renacimiento el arte era una manifestación de la naturaleza y el artista reunía y unificaba, mediante un acto de síntesis, los distintos elementos que tomaba de la naturaleza -la forma artística estaba, por tanto, de alguna manera prefigurada en la naturaleza-, ahora, en cambio, se abandona la teoría de la copia. Se piensa que el arte crea , no según la naturaleza, sino como la naturaleza . El arte tiene, pues, un origen espiritual, espontáneo.

El Giotto, en el siglo XIV, es el impulsor de un arte burgués, simple, lógico y sobrio. Sintetiza y ordena las impresiones inmediatas y, de esta manera, racionaliza la realidad. En el siglo XV, Alberti, en su Tratado de la Pintura , es uno de los primeros impulsores de la perspectiva , que exige al pintor un profundo conocimiento de la geometría. Para ello acude a una red de coordenadas rectangulares a la que tiene que adaptarse el campo visual. Y, ya en el siglo XVI, para Leonardo da Vinci, como es sabido, la pintura es una ciencia.

Hauser lo ve así: "En la teoría del arte ocurre un cambio que corresponde a la general crisis intelectual. Para el Renacimiento, la forma artística, aunque creada por el sujeto, estaba prefigurada en el objeto. Zuccari es el primero que plantea expresamente la cuestión de dónde le viene al arte su contenido de verdad, de dónde procede la coincidencia de las formas del espíritu y de las formas de la realidad. La respuesta es que las formas verdaderas de las cosas surgen en el alma del artista a consecuencia de una participación inmediata del espíritu divino. El criterio de certeza lo forman, como antes en la Escolástica y más tarde en Descartes, las ideas innatas o impresas por Dios en el alma humana. Pero en Zuccari está muy acentuada la espontaneidad del espíritu, no sólo como en los escolásticos, sino también como en Descartes. El espíritu humano había llegado ya en el Renacimiento a la conciencia de su naturaleza creadora. Giordano Bruno no habla sólo de la libertad de la creación artística, sino de su falta de reglas. 'La poesía no nace de las reglas, dice, sino que las reglas nacen de la poesía' . Es ésta la doctrina estética de una época que aspira a unir la idea del artista inspirado por Dios con la del genio dueño de sí mismo". (Hauser, A., Historia social de la literatura y el arte. tomo II, págs. 42-43.)

3. LOS CAMBIOS DE PARADIGMA EN EL MUNDO MODERNO

Kuhn utiliza el término "paradigma" para designar con él las concepciones generales de la realidad que existen en una determinada época histórica, dentro de las cuales tienen significado los conceptos y las teorías "científicas" vigentes en ella. Utilizando el término en ese mismo sentido, el paso de la Edad Media al Mundo Moderno supone una serie de cambios de paradigma que es imprescindible conocer para poder entender este momento histórico.

3.1. NECESIDAD DE UN NUEVO PARADIGMA .

En los siglos XV y XVI tienen lugar grandes cambios y se observa por todas partes un nuevo interés, no sólo por el hombre, sino también por el mundo.

El comercio, los descubrimientos y los viajes amplían enormemente el horizonte de las preocupaciones e intereses del hombre. En las ciudades se afirma una nueva clase de artesanos y comerciantes que necesitan un espacio político más amplio y apoyan, para conseguirlo, el poder absoluto de los reyes, lo que contribuye a la consolidación de las grandes nacionalidades europeas. La crisis religiosa que se venía arrastrando da lugar ahora a la Reforma protestante de Lutero, que rompe de forma definitiva con la idea medieval de un imperio católico y libera el pensamiento de la tutela de la Iglesia.

Como consecuencia de estos cambios, la cultura y la ciencia medievales pierden vigencia. En el siglo XV los humanistas buscan, por ello, nuevas ideas en la antigüedad griega y romana, y se renuevan las filosofías de Platón, Aristóteles y otros filósofos y científicos de la antigüedad. Y en el terreno de las necesidades prácticas una nueva clase de artesanos e ingenieros idea y desarrolla nuevas máquinas y artefactos, relojes, poleas, autómatas, etc. Todos estos acontecimientos exigen un cambio en la concepción del universo, en definitiva, un cambio de paradigma.

3.2. EL PARADIGMA ORGANICISTA DE ARISTÓTELES.

Durante la Edad Media había estado vigente el paradigma biológico de Aristóteles -no olvidemos que era hijo de médico y había conservado durante toda su vida la afición al estudio de los seres vivos, en especial de los animales- adaptado al pensamiento cristiano por Santo Tomás.

Una de las ideas centrales de este paradigma es la de finalidad . En la estructura biológica del animal vemos que cada parte es un órgano -instrumento- para un fin. Las garras de las fieras, las aletas de los peces o las espinas de algunas plantas están hechas para un fin. Aristóteles extiende la noción de finalidad a la totalidad de la naturaleza. La naturaleza en su conjunto y cada ser en particular tienen, pues, una finalidad propia. Esta finalidad se asienta en su propia estructura, a la que Aristóteles llama forma. En virtud de esta concepción, distingue entre seres naturales aquellos que tienen en sí, en su propia naturaleza o forma, el principio de su actividad, y seres artificiales, cuyo ser y actividad depende de algo exterior a ellos mismos.

Hacer depender el ser y la actividad de los seres naturales de su estructura interna o forma sustancial lleva a la filosofía y a la ciencia aristotélicas a interesarse más por los aspectos cualitativos de los seres que por los cuantitativos.

En esquema, el paradigma biológico de Aristóteles concibe el Universo como:

1.   Un organismo cuyas partes están unas en función de otras.

2.  En el que cada ser natural aspira a realizar su fin: teleologismo.

3.  Y, por ello, en el estudio de la naturaleza se da más importancia a los aspectos cualitativos que a los cuantitativos .

Este paradigma supone una concepción de la realidad cerrada sobre sí misma, apta más para elucubraciones teóricas que para la investigación experimental. Por ello, el trabajo de los artesanos, ingenieros y otros artistas se desligó pronto de él y utilizó conceptos más operativos. El estudio de la filosofía aristotélica quedó, entonces, recluido en las Universidades -escolasticismo-, mientras que los artesanos e ingenieros comenzaron, con su actividad práctica, a sentar las bases de un nuevo paradigma.

Los artesanos e ingenieros que surgieron con el auge del comercio y el desarrollo de las ciudades tenían que combinar la práctica de sus oficios con ideas nuevas e ingeniosas para solucionar los problemas que iban surgiendo. Se atendía, por ejemplo, a la distribución del agua por canalizaciones y bombas, y a la construcción de diques, puertos y puentes. En el campo militar había que atender y desarrollar técnicas tanto de defensa como de ataque. Se hicieron, pues, estudios de resistencia de materiales, de balística y se construyeron talleres de fundición y arsenales militares.

Otra actividad importante para el desarrollo de la técnica en la época fue la construcción de relojes y autómatas. En ella se empleaban ruedas, poleas, engranajes, pesos y contrapesos. La construcción de estas máquinas - mecanicismo - será de enorme importancia para la concepción del Universo que adoptará, aunque ya tardíamente, la nueva época. Fue en Italia, en Borgoña y en las ciudades flamencas donde hubo mayor afición a la construcción de estos artilugios. Se construyeron, no sólo complicados relojes, que señalaban la hora, el día, la semana y hasta el signo del zodíaco, sino águilas mecánicas, muñecas vivientes, leones que abrían sus fauces y reproducciones de Júpiter que lanzaban rayos de fuego.

3.3. EL PARADIGMA MÁGICO-ANIMISTA.

El saber práctico se basa en la experiencia, de modo que ésta se convierte en la fuente principal del conocimiento, y el Universo se ve entonces como el gran libro que hay que conocer mediante la experiencia.

El autor que más claramente tematiza estos planteamientos es Francis Bacon (1561-1626). Critica duramente el método deductivo de la lógica aristotélico-escolástica y, frente a él, propone una nueva lógica inductiva , - Novum organum -.

Ahora bien, en la experiencia, de algún modo, todos los datos se igualan. Desaparece la diferencia entre lo natural y lo artificial. Todo lo que nos da la experiencia es manifestación de una y la misma naturaleza. No hay, por ello, forma de distinguir lo posible de lo imposible, pues, para la experiencia, todo es igualmente posible. Habrá experiencias más habituales y otras más extrañas, pero todas son igualmente naturales. De este modo, la naturaleza adquiere un dinamismo que la convierte en algo vital y puede ser concebida corno un gran animal . Tenemos así una de las ideas centrales del paradigma mágico-naturalista que sustituye al organicista aristotélico: la naturaleza es como un gran ser animado del que proceden tanto los hechos de la experiencia y las ciencias, como los prodigios y fenómenos extraordinarios.

Se extiende, por consiguiente, un pensamiento crédulo e ingenuo, que acepta corno auténticas las más extrañas narraciones y descripciones de fenómenos fantásticos, atribuyéndolos a fuerzas ocultas y misteriosas, en definitiva, mágicas. Y se conciben estas fuerzas mágicas como si estuvieran regidas por las fuerzas antropomórficas de la simpatía y la antipatía , tan propias de la tradición alquímica y astrológica.

Cuando la rígida experiencia del aristotelismo ortodoxo es sustituida por esta experiencia ingenua se abren las puertas a la admisión de todos los fenómenos extraños. Abundan entonces las intervenciones diabólicas y los aquelarres de brujas, junto a los endemoniados y posesos.

La nueva actitud mental hace que cobre fuerza y se cultive la alquimia . El alquimista consideraba que el mundo estaba dominado por una red de relaciones de simpatía y antipatía. La Tierra era algo vivo, fuente de la energía universal. De ella procedían no sólo los seres vivos, sino también los mismos minerales, que, como los seres vivos, nacían y se desarrollaban en su seno. El alquimista se proponía como tarea descubrir los secretos del mundo natural para acelerar sus procesos y dominar los acontecimientos. Para ello, no se limitaba a manejar los elementos y las fuerzas materiales, sino que intentaba también descubrir y controlar las fuerzas espirituales, que son la dimensión más profunda del Universo, y, mediante ellas, conseguir por ejemplo, la transmutación de los metales en oro o la "piedra filosofal".

La falta de sentido práctico que caracterizaba al paradigma aristotélico hizo que el nuevo tuviera una gran aceptación social y poco a poco se convirtiera en una ciencia normal .

En el orden filosófico, las principales corrientes de pensamiento que sintonizan con el nuevo paradigma son el naturalismo animista de los averroístas de Padua, cuyo pensador más destacado fue Pedro Pomponazzi (1462-1524) y los neoplatonismos de Marsilio Ficino (1433-1499) y Juan Pico de la Mirándola (1463-1494).

El nuevo paradigma mágico-alquimista se caracteriza, en resumen, por:

1.  Concebir el universo como un todo , internamente gobernado por una inteligencia o alma del mundo .

2.  Concebir al hombre como un microcosmos que se encuentra en el seno del Universo o macrocosmos y que lo compendia.

3.  Pensar que entre ambos hay una analogía , que se manifiesta en las relaciones de simpatía y antipatía , que sólo conoce el sabio. Todos los acontecimientos están producidos por unas fuerzas misteriosas, ocultas, que los magos, astrólogos y alquimistas pretenden descubrir y dominar. Y, de este modo, el saber se convierte en magia.

3.4. EL PARADIGMA MECANICISTA.

El paradigma mágico-animista impulsó inicialmente algunos descubrimientos, pero su concepción de las fuerzas ocultas se mostró pronto poco operativo. Los descubrimientos e invenciones de la ingeniería, la hidráulica, la construcción de relojes, autómatas y otras máquinas, junto con la aplicación de la matemática a su estudio, pusieron las bases para la creación de un nuevo paradigma, el paradigma mecanicista , sobre el que se levantó el edificio de la ciencia moderna.

En la elaboración de este paradigma tuvieron un papel destacado Leonardo da Vinci (1452-1519), Nicolás Copérnico (1471-1543), Juan Kepler (1541-1630) y, sobre todo, Galileo Galilei (1564- 1643), que puso las bases del nuevo paradigma mecanicista, que encontrará su formulación más completa en Descartes.

Para el paradigma mecanicista:

1.  El Universo y cada uno de los cuerpos que lo constituyen son puras máquinas.

2.  No existen fuerzas ocultas, ni fines que dirijan internamente los movimientos de los cuerpos.

3.  Todos los cambios son explicados por causas eficientes y todo se reduce, por tanto, a extensión y movimiento.

4. EL SIGLO DE LAS LUCES

El siglo XVIII es el siglo de la Ilustración, el llamado siglo de las "Luces", y en él comienza a formarse un nuevo modelo del mundo del que, en parte al menos, todavía seguimos viviendo en la actualidad.

En este siglo, la población europea aumenta con rapidez gracias a la disminución de los conflictos bélicos, y gracias también a unos recursos naturales y técnicos más numerosos y eficaces. El comercio, incluido el internacional y el colonial, se desarrolla ampliamente, y la burguesía irrumpe en la vida social con una fuerza y un vigor que le van a llevar a desplazar a la aristocracia tanto de las posiciones sociales y culturales de privilegio como del poder política que había poseído hasta esta época.

El hombre burgués es muy distinto del aristócrata. Mientras que éste último vive ociosamente y de sus rentas, el burgués es un hombre activo, práctico, y se siente útil y orgulloso de serlo. Desconfía de lo que está más allá de sus posibilidades, de lo transcendente, y confía sólo en sus fuerzas, aunque sabe que éstas son limitadas. Los objetivos que se marca en la vida son objetivos accesibles en los que no hay nada de exceso, pero tampoco de renuncia. Por eso, el mayor protagonismo de la burguesía en este siglo va a suponer en toda Europa, y ya desde las primeras décadas del siglo, una nueva forma de ver y sentir la realidad, y va a provocar la aparición de un movimiento intelectual, la Ilustración , que transforma radicalmente el panorama existente.

Este movimiento tiene su origen en Inglaterra -que disfruta desde 1698 de un régimen político liberal y de una libertad de pensamiento y de expresión superior a la de los demás países europeos-, pero el espíritu de la Ilustración se extiende rápidamente por todo el continente y, sobre todo, por Francia, que se convierte en el baluarte de las nuevas ideas.

"Es en Francia donde el pensamiento ilustrado va a alcanzar su radicalidad paradigmática, quedando mas al descubierto las posibilidades y límites de este modelo de pensamiento... El influjo del pensamiento inglés va a ser determinante para la Ilustración francesa, pero pensadores como Voltaire, Diderot, Montesquieu, Rousseau son algo más que difusores de ese pensamiento inglés... La Ilustración francesa alcanza un valor prototípico, convirtiéndose en una especie de vanguardia del pensamiento europeo de la época."(Arsenio Ginzo, Ilustración ftancesa , págs. 20-21.)

Las ideas ilustradas suponen ante todo, y sobre todo, una reivindicación del hombre y de todo lo humano. Bacon, uno de los autores más admirados por los Ilustrados, había hablado del "advenimiento del reino del hombre", y ésta es también la meta de los ilustrados, que aspiran a configurar un mundo iluminado por la presencia del hombre.

Frente al mundo anterior, en que el hombre se encontraba subordinado al poder político de los regímenes absolutistas y al poder intelectual y religioso de unas iglesias aliadas con el poder político, los ilustrados -que pertenecen en su mayor parte a la burguesía- van a proclamar que no existe otra ley que la del pensamiento. Diderot -hijo de un modesto artesano, y alma de la Enciclopedia de la que redacta los artículos técnicos- acuña la metáfora de la luz que dará nombre al siglo: imagina la razón disipando las tinieblas de la ignorancia y la superstición y dando origen a un mundo más instruido y, por ello, más virtuoso y feliz. Kant , por su parte, verá en el derecho a pensar por uno mismo la esencia de la Ilustración.

Bajo la divisa de la razón, los ilustrados -los "filósofos", como ellos mismos se auto denominaban- a tratar de construir un mundo en el que triunfe la libertad de pensamiento y de conciencia, convencidos de que, únicamente de esta manera, el hombre podrá vivir con dignidad y aparecerán en su horizonte la justicia y la felicidad. No son pensadores solitarios preocupados por los grandes problemas metafísicos, ni están,, interesados en construir grandes sistemas conceptuales, sino más bien asistemáticos, divulgadores, interesados más por cambiar la vida que por reflexionar sobre ella. Se convierten en los invitados imprescindibles de cualquier casa o fiesta que se precie y extienden por la sociedad entera la pasión por el debate y por el conocimiento, aunque sea somero, de las ciencias y de la filosofía.

La ciencia , sobre todo la ciencia natural, la de Newton -que alcanza un prestigio inusitado en la época-, pasa a ser el modelo y el prototipo del saber, puesto que es ella la que permite describir el universo y hacer posible su dominio.

"El triunfo de Newton fue tal que su figura y su obra acabaron cubriéndose de una aureola mítica que no permitió observar muchos matices y precisiones que ha logrado poner de manifiesto la investigación actual." (Arsenio Ginzo, llustración francesa, pág. 33.)

En cuanto a la filosofía , son los pensadores ingleses, especialmente Bacon y Locke, los que influyen más en la formación de los intelectuales ilustrados.

Se ha presentado muchas veces a los ilustrados como antirreligiosos y ateos, y aunque es cierto que algunos de ellos -en concreto, los materialistas- mantienen posiciones negadoras de la existencia de Dios, la mayoría más que ateos son antieclesiásticos. Pretenden luchar contra todo tipo de prejuicio y tratan de hacer de la religión algo más amable y más humano, donde no existan las imposiciones, los dogmas, los fanatismos, ni los procesos inquisitoriales o las guerras de religión. Para ello, intentan liberarla de la artificiosidad que, en su opinión, adquiere en las distintas iglesias oficiales. De ahí su defensa de la tolerancia.

El Dios de los ilustrados -su concepción de Dios recibe el nombre de deísmo - es un Dios compatible con un hombre que piensa libremente; es un Dios que no impone dogmas, ni normas de comportamiento, y que deja el mundo en manos de los hombres para que éstos lo organicen a su manera.

"El Dios de deísmo tendría que presentarse desprovisto de toda una serie de connotaciones terroríficas que en modo alguno encajarían en una concepción ilustrada de la vida, donde la existencia ha perdido su carácter trágico. El Dios deísta ha de ser capaz de encajar en una concepción burguesa y hedonista de la existencia." (Arsenio Ginzo, Ilustración francesa , pág. 65.)

La irrupción de la burguesía en la vida social -que alcanza su culminación política en la Revolución francesa y su meta artística en el romanticismo - va a comenzar a finales del XVII, socavando el principio de autoridad del poder real y haciendo desaparecer la corte como centro del arte y de la cultura. Al desplazarse paulatinamente la vida cultural de las cortes a las ciudades, los artistas ya no van a trabajar sólo para los aristócratas -que, además, no pretenden hacer ostentación del poder que todavía tienen-, sino también para los burgueses, que son los que pagan sus obras y, consecuentemente, los que imponen sus gustos.

"En el siglo XVIII, cuando la burguesía consigue el poder económico, social y político, se disuelve de nuevo el arte representativo cortesano, que había conseguido ascender a una validez general, y deja al gusto burgués dominar ilimitadamente. " (Hauser, A. Historia social de la literatura y del arte , tomo II, pág. 14.)

El arte de la moderna burguesía tiene su origen en los cambios sociales, pero también recibe fuertes estímulos de los movimientos intelectuales de la época. Frente al barroco , grandioso, magnífico, que decora los palacios y las Iglesias, y que refleja la grandeza del poder tanto temporal como espiritual, surge un nuevo estilo, el rococó , que ya no es solemne, sino sencillo y elegante. Este nuevo estilo sirve para decorar tanto los salones de los aristócratas como de los burgueses adinerados.

"El arte se hace más humano, más accesible, con menos pretensiones; ya no es para semidioses o superhombres, sino para comunes mortales, para criaturas débiles, sensuales, sibaritas; ya no expresa la grandeza y el poder, sino la belleza y la gracia de la vida, y ya no quiere imponer respeto y subyugar, sino encantar y agradar. " (Hauser, A. Historia social de la literatura y del arte , tomo II, pág. 24.)

Posiblemente sea el pintor Watteau -nacido en Flandes, pero el primer maestro de pintura completamente "francés"- el que con sus "fiestas galantes" representa mejor este cambio, a pesar de que su obra tiene aceptación en un círculo muy reducido, por la conexión que todavía mantiene la pintura con las clases superiores.

La ruptura con el pasado no se da plenamente hasta que, en la segunda mitad del siglo, decline el rococó, y la fisura entre las clases superiores y las clases medias se haga evidente. La pintura de Greuze es la que mejor representa la nueva forma de ver la vida y el nuevo gusto que pretende dar al arte un cometido: "ensalzar la virtud y denigrar el, vicio". Y si la virtud no es otra cosa que moderación y buen gusto, y el vicio desorden y abuso, el neoclásico , que suprime los excesos curvos y recargados del barroco o la artificiosidad del rococó, será el estilo que se vaya imponiendo en todas las artes.

El cambio se hace también patente en la novela , que se acerca rápidamente al concepto del mundo de la burguesía. En un primer momento aparece la novela pastoril, que rompe con la novela caballeresca y trata problemas reales de la vida, aunque en un ambiente totalmente ficticio; pero, enseguida, la que adquiere un mayor desarrollo es la novela psicológica, centrada en la vida real, y que “explica, analiza y comenta sin descanso la actitud espiritual de sus personajes", y en la que destacan Marivaux y Prévost.

Algo parecido ocurre con la música . Hasta el s. XVIII toda música estaba compuesta por encargo de un príncipe de la Iglesia o del concejo de la ciudad, y tenía como fin entretener o dar solemnidad a las funciones litúrgicas o a las fiestas civiles. A partir de este momento, aunque todavía los nobles van a seguir ejerciendo un mecenazgo cultural -Haendel, Haydn y hasta Mozart desarrollan su trabajo en alguna corte-, los músicos comienzan a sentir aversión a la música de encargo y renuncian a componer de oficio. La aparición de un público burgués de conciertos va a hacer que los músicos compongan más cuidadosamente, ya que sus obras se crean con el objetivo de ser interpretadas el mayor número posible de veces.

"Ahora que existe la posibilidad de crear obras que no caigan tan rápidamente en el olvido como los antiguos trabajos de encargo, el compositor quiere crear obras inmortales. Haydn componía ya más cuidadosa y lentamente que sus predecesores. Pero compone todavía unas cien sinfonías; Mozart escribe solamente la mitad, y Bethoveen nada más que nueve." (Hauser, A. Historia social de la literatura y del arte . tomo II, pág. 92.)
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Miguel Herreros Navarro