CONTEXTO HISTÓRICO CULTURAL DE LA FILOSOFÍA CONTEMPORANEA

1. LA ÉPOCA DE LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA

Al hablar de "filosofía contemporánea" nos referimos al período que comprenden los dos últimos siglos, es decir, el XIX y este casi terminado ya siglo XX, sin olvidar que, para algunos autores, desde el punto de vista cultural, el siglo XIX comenzaría realmente en Europa en 1830 con la Revolución parisina de aquel año y, a su vez, el siglo XX iniciaría su andadura tras el final de la 1.a Guerra Mundial, en 1919. En cualquier caso, hablar de la "filosofía contemporánea" es señalar las bases filosóficas e ideológicas que han predominado en los siglos XIX y XX.

2. EL SIGLO XIX

2.1. EL CAPITALISMO INDUSTRIAL

Desde 1800, en que Europa se mete de lleno en las guerras napoleónicas, hasta 1914 en que comienza la 1ª Guerra Mundial, la vida en el viejo continente está salpicada de conflictos, luchas, violentos enfrentamientos y guerras cuyo origen último se encuentra en el radical antagonismo entre las burguesías     nacionales     que defienden sus intereses y privilegios económicos y sociales, y los trabajadores de las industrialización económica, política y cultural del capitalismo industrial, mientras que el mundo obrero es la clase más perjudicada. Ya en 1833 el novelista Ch. Dickens describía con agudo realismo las miserias y desdichas de los niños y obreros de los suburbios londinenses en su Oliver Twist (1833).

2.2. EL ROMANTICISMO.

En la Historia de la cultura se suele situar el movimiento romántico europeo en el período comprendido entre finales del siglo XVIII, con el movimiento prerromántico alemán del " Sturm und Drang ", y la mitad del siglo XIX, en que el positivismo de A. Comte adquiere preponderancia en casi toda Europa.

El romanticismo fue mucho más que una estética literaria o una visión subjetivista e idealista del mundo y de la historia. Toda la literatura romántica de los países europeos, y por supuesto el idealismo romántico alemán (Fichte, Hegel y Schelling), estuvieron penetrados de intencionalidad política y social hasta el punto de que el tema de la libertad y de la vuelta a la Naturaleza fueron los más queridos por todos estos autores. El poeta español Espronceda llegó a afirmar en un famoso poema que su única ley era la libertad, lo cual no quería significar en modo alguno una idea cerrada y egocéntrica del individuo, sino una lucha por comprender el deseo de libertad como una corriente natural, como una especie de viento que transciende a todo ser humano y le empuja hacia lo espiritual.

Sin embargo, el "leitmotiv", el hilo conductor del romanticismo estaba ya presente en el Werther de Goethe de 1774. Se trata, por un lado, de la crítica de la Razón como única y absoluta fuente de conocimiento y, por otro, de la entronización de la Naturaleza y de la Vida como expresión genuina de la totalidad de lo real. El ser humano, tal y como lo conciben y lo viven los románticos, es ante todo deseo de fusión con la Madre-Naturaleza e intento de integración de la racionalidad con la pasión, del espíritu con la materia, de la humanidad con el cosmos. Basta recordar toda la poesía de Novalis y de Holderlin para comprender la importancia de la Naturaleza en la obra y en la vida de estos hombres. El orden y la armonía racionalista que Descartes y Leibniz veían reflejada en el Universo al estilo de un cálculo matematizado, producto de un Dios geómetra, fue sustituido progresivamente por un orden genealógico referido a los orígenes de todas las cosas: de los seres vivos (Darwin), de las lenguas (W. Von Humboldt), de las naciones (Herder), de las artes (Schiller), de las religiones (Schleiermacher).

El estudio de los orígenes y de las genealogías de cualquier fenómeno natural o cultural es prueba de que el análisis histórico de la Naturaleza y de la Cultura es el paradigma romántico por excelencia. Rousseau había ya apuntado el sentido de esa búsqueda con sus Discursos sobre los orígenes de las lenguas, de las ciencias, de las artes y de la desigualdad entre los seres humanos . Kant también había hablado del origen de lo sublime y lo trágico en su Crítica del Juicio y, a finales del siglo, Nietzsche se volcará en el estudio filológico de los presocráticos, en los mitos griegos y en los orígenes de la tragedia y de la moral occidentales.

Los viajes que el joven Goethe emprendió hacia el Sur de Europa (Italia) en busca de las genuinas raíces de los clásicos grecolatinos fueron el símbolo emblemático de la búsqueda romántica de lo originario y de la radicalidad pura de la cultura europea, de la grandeza de los primeros maestros, de las fuentes cristalinas en las que debían beber el arte, la filosofía y la literatura. Por eso, los románticos, desde Lord Byron pasando por Espronceda, Shelley y Keats, viajaron en busca de esa inspiración en las fuentes originales grecolatinas y en las leyendas medievales y populares, en el folklore y en el "espíritu del pueblo" (Volkgeist). Se creía comprender mejor la realidad desde la espontaneidad popular que desde el frío academicismo de la razón ilustrada; se consideraba un sentimiento más noble y genuino el que se expresaba con sentimiento y llaneza en los poemas populares (por ejemplo, el Romancero español) que el manifestado hipócritamente por los poetas cortesanos, aduladores de los Reyes-filósofos. La naturalidad se convirtió para los románticos en la máxima característica de la belleza estética.

2.3. LA AMBIVALENCIA DEL ROMANTICISMO.

El romanticismo como fenómeno filosófico, sobre todo en la poesía y filosofía alemana, tuvo en todos los países europeos ambigüedades y ambivalencias que en el terreno político se tradujeron en diferentes y aún opuestas actitudes políticas. Mientras que Manzoni y Chateaubriand adoptaron y defendieron posiciones políticas conservadoras, muchos otros como Byron, Heine, Espronceda y Larra se convirtieron en adalides del liberalismo con extraordinario entusiasmo. El idealismo alemán, que tuvo en Fichte, Hegel, Schelling y Schlegel sus más preclaros representantes, fue, sin lugar a dudas, una filosofía romántica política y socialmente conservadora, convirtiéndose Hegel en el filósofo oficial de Prusia durante varias décadas.

Merece la pena detenerse algo en la ambivalencia fundamental del romanticismo filosófico, ya que, a excepción de E Schiller, en todos los demás hombres cultos de aquella primera mitad del siglo XIX encontramos un concepto de la vida y de la libertad tan ambivalente que tanto pudo generar los "monstruos de la noche" como la "claridad del día". Los famosos Nocturnos de Schubert o Chopin y las grandes construcciones poéticas dedicadas a la Noche y al Misterio se compaginan en otros casos con las Odas al Día y a la Aurora, a la Luz y a la Vida. Este canto dual a la vida y a la muerte, al genio y a la locura, a la razón y al deseo se convierte en muchos autores en la fuerza del destino irracional, del empuje vital sin rumbo, sin norma y sin ley. Sin la fe en un Dios creador que ordena el Universo cósmico y humano y sin una razón kantiana que exija la universalidad de la norma moral solamente le queda al escritor romántico un vana ilusión para seguir viviendo: la fusión del yo con la Naturaleza y con la belleza de lo natural.

El nihilismo nietzscheano de fin de siglo acechaba ya amenazante en la poesía romántica de toda Europa, puesto que ya no había diferencias entre la verdad y el error, entre el ser y la nada, ni entre Dios y el ser humano. Se concibe al animal humano, Nietzsche lo dirá más tarde, como un mero creador de metáforas, de ficciones imaginarias. "La verdad es quizás la ilusión suprema que, en el amor y la belleza, oculta el abismo y el caos del que surgen tanto los monstruos como los santos."

              A diferencia de muchos de sus coetáneos, E. Schiller supo ver en la educación estética de los seres humanos la norma moral de equilibrio entre la razón y la pasión, entre la ley y el deseo. Por eso el clasicismo, que tanto él como Goethe supieron dar a su teoría del arte y a su visión de la estética y del ser humano, sigue siendo hoy día todavía un ejemplo de romanticismo equilibrado, de armonía entre la Naturaleza y la Cultura humana.

2.4. DEL ROMANTICISMO AL POSITIVISMO.

El paso del romanticismo hacia el positivismo no fue una ruptura brusca sino un proceso que, sobre todo en Francia, había empezado a germinar ya en 1830. Mientras que en Alemania, Inglaterra, Italia y España el idealismo filosófico y el romanticismo literario aún mantenían su predominio, Auguste Comte había ya redactado su Curso de Filosofía positiva (1830-1842). Mientras que los jóvenes románticos de Europa se dedicaban a predicar y a hacer la revolución obrera frente a la burguesía restauradora, Comte proponía una nueva ciencia (Sociología) y una nueva filosofía "positiva" que debía atenerse a los hechos y al método científico. Un positivismo que creía en el orden y en el progreso y que predicaba una nueva fe y una confianza total en la ciencia natural y en sus métodos cuantitativos. Antes de 1850, las ciencias de la Naturaleza, alentadas sin duda por el espíritu romántico, habían cosechado grandes éxitos: la teoría molecular de Dalton, la teoría de los gases de Gay-Lussac, la paleontología de Cuvier, la termodinámica de Carnot y el descubrimiento de la electrólisis de Faraday. Entretanto, la ciencia psicológica y social apenas había progresado; la conducta del ser humano, pensaba Comte, seguía siendo un enigma y el romanticismo había contribuido más aún a este confusionismo. A esta tarea de crear una ciencia nueva, una original y definitiva filosofía, se dedicó Comte toda su vida. Únicamente, decía el pensador francés, hay que observar los hechos, describirlos y establecer leyes para regir la vida individual y social.

Había nacido la ciencia que podía resolver todos los problemas históricos y todos los conflictos sociales: la sociología. La humanidad había recorrido ya dos estadios: el religioso y el metafísico. Hacia 1850 ya estábamos, según Comte, en el último y perfecto estadio de la humanidad: en el estadio científico-positivo. El orden y el progreso eran los dos conceptos claves sobre los que el positivismo de Comte construyó la nueva sociedad gobernada por científicos y técnicos, y en la que la lucha de clases sociales podía ser resuelta mediante el simple análisis de los hechos sociales.

En esa época asistimos junto al nacimiento de la sociología positivista , a la eclosión de la biología científica (Ch. Darwin en 1856) y a los albores de la psicología experimental (W. Wundt en 1879). Todas estas ciencias (biología, psicología y sociología) se apropian del ser humano en cuanto objeto de estudio experimental, "positivo", y en la actualidad constituyen la base indispensable de toda la reflexión filosófica.

Frente a la sociología de Comte, Marx opondrá una teoría de la historia y de la sociedad en la que el antagonismo de clases será irreductible y, al final, la clase proletaria saldrá vencedora, imponiendo una sociedad sin opresión, sin clases sociales y sin Estado

2.5. DEL NACIONALISMO BURGUES AL INTERNACIONALISMO OBRERO.

El romanticismo estaba acompañado en el campo político y cultural por una exaltación de las tradiciones, de las formas de ser y vivir comunes, colectivas, del espíritu y folklore popular que Fichte y Herder, entre otros, proclamaron como reivindicación política para la Alemania de su época, y que fue el origen del nacionalismo germánico. Las guerras napoleónicas en toda Europa contribuyeron a incrementar las pasiones nacionalistas y los deseos de independencia de muchas naciones. Las repúblicas de Sudamérica consiguieron a principios de siglo su independencia de España y de Portugal y, en Europa, la independencia de Grecia (1829) y la disolución del Imperio Turco fueron seguidas por los intelectuales románticos con un extraordinario interés. Los derechos proclamados por la Revolución francesa trajeron como consecuencia la exigencia nacional de independencia y soberanía frente a las potencias coloniales europeas.

Sin embargo, como contrapunto, el Imperio inglés se construyó precisamente durante el siglo XIX y llegó a dominar grandes extensiones de Asia, Oceanía y África. Incluso algún escritor, como R. Kipling, llegó a justificar el colonialismo inglés en nombre de los ideales de la civilización europea.

Sin embargo, pensadores como Marx, Engels, Bakunin... vieron en el nacionalismo burgués de los países europeos un peligroso enemigo de los ideales comunistas revolucionarios. Sus críticas a la burguesía nacionalista de Alemania, Francia, Bélgica e Inglaterra se basaron siempre en la instrumentalización ideológica y clasista de esos sentimientos legítimos que, en nombre de la patria, trataban de ocultar sus verdaderos intereses económicos y políticos. La alianza política entre la burguesía y la aristocracia de todos los países europeos en la Revolución de 1848 le convencieron de la necesidad de organizar adecuadamente la lucha de los obreros de todo el mundo. De ahí su famoso grito de lucha: "¡ Proletarios de todo el mundo, unios !".

Por eso, y tras casi cincuenta años de múltiples debates, críticas, reuniones, y tras la desaparición de muchísimos grupos y movimientos de todos los países europeos que hasta entonces habían existido: los "Cartistas", la "Liga de los justos", los "anarquistas", los "Blanquistas", los "Saintsimonianos", etc ..., crearon la Asociación Internacional de Trabajadores (A.I.T.) en Londres en 1864. La prueba de que el internacionalismo obrero era ya una realidad fue que en Londres hubo representantes de muchos países europeos. Marx era consciente, como quizás ningún otro dirigente político de su época, de que la concentración de capital en unos pocos Estados y la construcción de grandes imperios económicos tenía que llevar al proletariado a unirse y organizarse frente a ese poder.

El fracaso de la Internacional a partir de 1872 demostró la dificultad de unificar el modo de organizar la lucha obrera internacional. La idea fundamental de que el principal imperio es el económico y que a él se subordinan todos los demás elementos del sistema capitalista fue perfectamente captada por Marx, que, sin embargo, erró al predecir la aniquilación total del capitalismo en un futuro próximo debido a las agudas contradicciones derivadas de la explotación de los obreros en todo el mundo.

2.6. EL REALISMO.

En la segunda mitad del XIX, la cultura europea experimenta un giro hacia el realismo como consecuencia de las ideas positivistas. La imaginación romántica cede el paso a los hechos, a las situaciones y a los personajes reales, con su psicología y su sociología empíricas descritas científicamente. El romanticismo de la libertad y del sentimiento se explican y se comprenden, es decir, se racionalizan sin necesidad de acudir al misterio, ni a las leyendas, ni a la Naturaleza. Una obra emblemática del nuevo espíritu realista es Madame Bovary de G. Flaubert de 1856. En nuestro país la novela Fortunata y Jacinta (1887) de Galdós se convierte en una de las mejores muestras del realismo literario español. El espíritu de observación científica de la realidad, de los hechos, llega de lleno al ámbito literario y más tarde a todos los ámbitos de la cultura (pintura, música, etc.).

2.7. EL NEORROMANTICISMO DE FINAL DE SIGLO.

Hacia 1890 surgen en la cultura europea los síntomas de los "males y la enfermedad" del fin de siglo. Aparecen con fuerza elementos neorrománticos en las corrientes vitalistas e historicistas que sitúan nuevos saberes, nuevas disciplinas y nuevos problemas ante la reflexión filosófica: se trata sobre todo de la lingüística y la historia . La figura de F. de Saussure (1857-1913) fue determinante en todo el campo de las ciencias del lenguaje y contribuyó en gran medida al nacimiento del estructuralismo del siglo XX.

En esta época terminal del siglo XIX, el estudio de la voluntad y de la vida ocupan también un plano importante y su influencia en el arte y la literatura se hace cada vez más patente. La figura de S. Kierkegaard en la primera mitad del siglo y, sobre todo, el vitalismo nihilista de En Nietzsche constituyen una fuerte reacción contra toda forma de pensamiento racionalista, contra todo sistema dogmático de conceptos y valores y contra toda forma de colectivismo social, político o económico. Los ecos de Kierkegaard y de Nietzsche resonarán con fuerza en el siglo XX por medio del psicoanálisis de S. Freud y del existencialismo de M. Heidegger.

3. EL SIGLO XX

3.1. EL NUEVO PARADIGMA CIENTÍFICO.

El siglo XX amanece en el ámbito científico con una revolución teórica que socava los fundamentos mismos de la física, la astronomía y, en general, de toda la visión tradicional del Universo. El cambio de paradigma, tanto de la microfísica como de la macrofísica, se debe a dos grandes teorías que revolucionan la cosmología clásica apoyada en la Física de Galileo y de Newton. Se trata de la teoría cuántica de Max Plank (1900) y la teoría de la Relatividad especial y general de Albert Einstein (de 1905 y 1915). Contra lo que mucha gente piensa, la Relatividad especial de Einstein no es ningún tipo de relativismo gnoseológico; como acertadamente señala el físico j. M. Sánchez Ron: " La relatividad especial es una teoría de absolutos; nos enseña a ver lo que hay de común, de permanente en los fenómenos físicos. Nos informa de los requisitos -geométricos, cinemáticos- que la estructura del espacio-tiempo impone en la descripción de los fenómenos físicos ."

3.2. LA REVOLUCIÓN DEL ARTE MODERNO.

También en el campo artístico y literario se producen fenómenos tan radicales y tan críticos con todo el arte anterior que desaparece definitivamente la noción clásica de arte y creación artística. El cubismo, el impresionismo, el expresionismo, el fauvismo, el futurismo, el surrealismo, el formalismo y otra serie de movimientos se suceden con tal vértigo que ni los críticos ni los expertos son capaces de seguir tantas corrientes. La literatura, la pintura, la escultura y la arquitectura sufren tal mutación que la idea de norma y " canon " cae definitivamente: cada artista, cada sujeto creador, es el dueño absoluto de sus colores, de sus líneas, de sus volúmenes; es el creador de su propia obra, de su singular expresividad. Las Academias de Bellas Artes quedan arrinconadas y olvidadas en sus frías y burocráticas normas de belleza, y la búsqueda personal y libre de la creación artística se desarrolla en los cafés, en las calles y en las plazas de las ciudades europeas (Barcelona, Berlín, Londres o París), y en todas ellas se generan impulsos artísticos bohemios y coloristas como nunca antes se había conocido en la historia del arte. Los Picasso, Braque, Van Gogh, Cézanne, Miró, Manet, Monet, Renoir, Modigliani y tantos otros nombres demuestran a las claras la pujante vida artística de las décadas iniciales del siglo XX.

3.3. LA APARICIÓN DEL CINE.

Pero junto a las artes clásicas surge en 1896 un nuevo competidor: el cine, el " séptimo arte ". Su lenguaje procedente de la fotografía y vinculado al realismo de la industria y de la vida urbana va a emerger con fuerza a medida que avanza el siglo XX. El invento de los Hermanos Lumiére, nacido para retratar a los obreros a la salida de la fábrica, a las gentes a la salida de misa, se convierte en nuestros días en uno de los más poderosos entretenimientos de las masas urbanas de todo el mundo; es, sin duda, la mayor " fábrica de sueños " y de imágenes de todos los tiempos y su influencia en el modo de vivir y de pensar de millones de personas ha hecho del cine una extraordinaria máquina de propaganda (que Göbbels y Stalin utilizaron para sus fines ideológicos); por ello, T. Adorno consideró que este arte tenía más de propaganda alienante que de instrumento de cultura y de emancipación.

Sin embargo, no todo el cine es o ha sido propaganda ideológica y manipulación de masas. Baste recordar la extraordinaria belleza de tantas películas (como Ciudadano Kane de Orson Welles o Ladrón de bicicletas de Roberto Rosellini, por ejemplo) para poder afirmar que también el cine puede y debe ser considerado como una creación artística.

3.4. NUEVAS CORRIENTES FILOSÓFICAS.

En el campo estrictamente filosófico aparece, en las primeras décadas del siglo XX, un poderoso movimiento teórico que bajo el lema "hacia las cosas mismas", y con la exigencia de una objetividad cuasi-idealista, propugna una crítica radical a los excesos del irracionalismo vitalista de finales de siglo. Este movimiento de carácter metodológico y filosófico se denominó fenomenología , porque su punto de partida y de llegada era el análisis de los " fenómenos de conciencia ", de los " objetos de la intencionalidad consciente " que podían y debían ser analizados en su transparente objetividad por el sujeto consciente.

Este método, aplicado a las "esencias ideales" por E. Husserl en sus mejores obras (entre 1900 y 1913), es posteriormente aplicado de modo renovador al análisis de la existencia humana por todo el existencialismo europeo (M. Heidegger, K. Jaspers y J. P. Sartre, entre otros muchos).

Por las mismas décadas iniciales del siglo XX, y al amparo de las nociones vitalistas y voluntaristas de Nietzsche, surge una poderosa corriente, mezcla de pensamiento y de método terapéutico, de interpretación global del mundo, del ser humano, de la historia y de la cultura, que se dio a conocer bajo el nombre de psicoanálisis . Su fundador fue S. Freud (1856-1939).

Al otro lado del Canal de la Mancha, en la aislada Inglaterra, aparece, también a principios de siglo, una nueva corriente de pensamiento que ha sido calificada como filosofía analítica y cuyo mentor principal fue hacia 1903 el filósofo inglés G. Moore. Su tesis principal, que con el tiempo sufrirá diversas reelaboraciones, es de carácter neopositivista y lógica: " el único modo válido de hacer filosofía e interpretar el mundo es el análisis del lenguaje ". O dicho de otro modo, el modelo ideal de análisis de la realidad es el del lenguaje científico, y todos los demás lenguajes

deben poseer la exactitud del lenguaje lógico-formal, que se convierte de este modo en canónico. Así, la filosofía únicamente puede consistir en una " clarificación del lenguaje " y no de los hechos.

Tras las aportaciones del grupo filosófico denominado Círculo de Viena (c.1920), la filosofía analítica derivará hacia el neopositivismo o empirismo lógico , como consecuencia fundamentalmente del pensamiento de L. Wittgenstein (1889-1951).

En la actualidad podemos decir que la filosofía analítica engloba con mayor o menor acierto las tres grandes corrientes de pensamiento que han ido configurando su propia historia interna: el análisis clásico (G. Moore, B. Rusell y L. Wittgenstein), la filosofía de la ciencia (K. Popper) y la filosofía lingüística (J. Wisdom y R. Rorty).

3.5. LA 2ª GUERRA MUNDIAL Y SUS CONSECUENCIAS.

El estallido y las crueldades de la 2ª Guerra Mundial, sobre todo la barbarie nazi y el lanzamiento de las primeras bombas atómicas contra el Japón, fueron un golpe tremendo para la conciencia filosófica de Occidente. La utilización de armas nucleares, cuya potencia destructiva era desconocida, alertó a muchos científicos y técnicos sobre los peligros reales de autodestrucción de toda vida sobre la Tierra. Ello obligó a dirigir de nuevo la mirada hacia la absoluta soledad de la existencia de millones de seres humanos sin libertad y sin posibilidades de vida humana digna.

El existencialismo de posguerra, a través de la literatura (sobre todo de la novela y del teatro), y también del cine, elevó la categoría de " lo absurdo " a concepto universal de la existencia. A. Camus, J. P. Sartre y E. Ionesco plasmaron en sus obras el absurdo existencial y la angustia del europeo de su época.

En el cine, tanto el neorrealismo italiano como la " nouvelle vague " francesa dieron toques existencialistas de soledad y abandono, de miseria real y moral al ambiente de las ciudades europeas.

En España, el teatro de A. Buero Vallejo retrató también la desesperada situación existencial de sus personajes en obras como El tragaluz , mientras que en el cine la obra de J. Antonio Bardem y de Luis G. Berlanga alumbraban el incipiente " nuevo cine español ". Fue un período sombrío y oscuro para toda Europa entre 1945 y 1960.

3.6. LOS NUEVOS MARXISMOS.

Mientras tanto, a partir de 1945, el pensamiento marxista, instalado en el poder político desde la Revolución soviética de 1917, comenzaba a dar síntomas de revitalización y de autocrítica gracias a distintos pensadores que trataban de aplicar las tesis marxistas a la transformación auténtica de la sociedad, a la verdadera liberación de los seres humanos (" los peatones de la historia ", " los humanos de carne y hueso ").

G. Lukács, y sobre todo la denominada Escuela de Frankfurt (entre 1923 y 1970), que agrupaba a diversos pensadores como M. Horkheimer, T. Adorno, H. Marcuse y J. Habermas, fueron y siguen siendo la vanguardia de un neomarxismo que aún mantiene viva la llama del materialismo histórico en el panorama filosófico actual. El motivo fundamental por el que los autores de la Escuela de Frankfurt han querido revisar las principales tesis del materialismo histórico y dialéctico es la necesidad planteada en las sociedades capitalistas norteamericana y europea de un nuevo bagaje conceptual con que ejercer la crítica de la ideología del neocapitalismo. La dialéctica de la nueva Ilustración que han abanderado M. Horkheimer y Adorno en los años 40 demanda hoy día un enfoque sociológico, económico e ideológico nuevo, replanteado sobre otros parámetros conceptuales y terminológicos, sobre todo tras el fracaso social, político y económico del llamado " socialismo real ". La " reificación o cosificación " de los sujetos humanos en el nuevo orden mundial del capitalismo avanzado no se puede analizar ni cambiar mediante el uso de conceptos políticos como la " dictadura del proletariado ", o con la apelación teórica a las contradicciones internas del capitalismo y a las leyes inevitables de la historia.

3.7. LA POSMODERNIDAD.

Los neoestructuralistas (M. Foucault, J. Lyotard) se resisten a admitir una explicación única y cerrada de la historia y de la sociedad humana, y no aceptan un gran metarrelato unívoco como explicación totalizadora del mundo y del hombre. Instalados en una permanente actitud de sospecha, piensan que la época de esas grandes narraciones universales dogmáticas ha muerto definitivamente.

El fenómeno filosófico y cultural del posmodernismo refleja certeramente el clima intelectual del hombre de hoy, que no encuentra cobijo en los grandes sistemas de explicación absoluta y coherente de todo lo humano y lo divino (marxismo o cristianismo), pero que intuye también el peligro de un narcisismo asfixiante que anule la solidaridad con los demás.

Por eso, en la corriente hermenéutica (P. Ricoeur, E. Lévinas), el neomarxismo y la filosofía analítica coexisten hoy día sin pretensiones de verdad absoluta, pero con fidelidad al principio filosófico por excelencia: la crítica racional de toda forma de lenguaje y conocimiento. La razón narrativa se va abriendo paso hoy día entre las tres grandes corrientes filosóficas de nuestra época, interpretando la realidad y los lenguajes desde posiciones hermenéuticas que aceptan la trascendencia del Otro Absoluto de la religión, desde posiciones marxistas que explican los hechos desde la sociedad y la historia en sentido inmanente, y desde posiciones analíticas que tratan de descubrir en todas las formas y modos de lenguaje las herramientas que operan sobre la realidad y sobre nosotros mismos.

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Miguel Herreros Navarro